jueves, julio 8

…Manque… ¡Están tan lejos!


Tijuana BC Jul. /2010.   …Manque… ¡Están tan lejos!

 

Se va apagando la luz de la tarde, agónica, vacilante, mientras el hombre viene bajando por la vereda con el morral al hombro lleno de flores y la moruna en la mano.

Ama la naturaleza porque es su casa, su Dios, su mujer, su vida.

Por esa razón es tan raro verlo arrasando arbustos y varas a golpe de machete.

Aunque es dueño del monte, le sacrifica sin importarle lágrimas o lamentos.

Él sabe que en este trópico salvaje, las heridas de las plantas, los animales y el hombre se curan con el viento, se secan con el sol, se cicatrizan con la tierra.

Ha reunido el más bonito ramo de flores silvestres por toda la cuesta, son las más delicadas y finas, suaves y desarrolladas, son capullos enamorados.

Lleva tuberosas, lirios y orquídeas.

Es domingo, le tocaba descansar y se ha pasado el día en el jardín sin limites del bosque, haciendo un manojo de flores como él, enamoradas.

En las ciudades, los enamorados envían arreglos florales, las cubren con celofán, las atan con listones y las envían en una caja.

Así, ven como prisioneras, igual que los hombres que se han enjaulado viviendo en sus casas de cemento.

Los amores viven también en la prisión de las apariencias de las palabras fingidas y de los perfumes que se venden en frascos de cristal.

En el campo, el amor y las flores están a un beso de la selva, al cariño d3l sol, y al aguacero que limpia y refresca.

El perfume es tenue y limpio, nada tan exquisito, y puro como ese vapor de aromas que exhala el monte.

Ese hombre no tiene más adorno para su ofrenda que un tallo de vainilla fragante y sus manos gruesas, duras, abiertas en plena admiración frente al jagüey que rompe sobre su rostro una caricia fresca desde los rizos del agua.

Macaria, te traigo este manojo de flores, ellas te vienen a dar la queja de que las he cortado, sólo que yo les hice ver la razón, yo les decía: Capullos del monte, frescos y olorosos, están muy bien donde están, sólo que les necesito, ustedes han estado enamorados, y por eso me entienden, sé que se han de secar, manque es mejor que lo haigan con ella.

Astedes le dirán que donde quera que camino, mi parece verla, que en mi soledad le hablo y en las noches quisiera robar estrellas para darle…Manque… ¡Están tan lejos!  

Pirdónenme capullos suaves y llenos de olor, sólo que ella tene que saber eso y ni quen como astedes pa'darle esa razón. .

Las palabras fluyen suavemente bajo la luna nueva y viajera por las nubes que son las que de prisa corren con su aborregada figura en el cielo azul obscuro.

No mi luce el trabajo en mi soledad ansína como vivo.

Se me van los días pensando en ti y el trabajo se me atrasa, tu Macaria tenes la culpa.

Estos brazos ti levantaran una casa y ahí esperaremos estas noches, saldremos a finca de los naranjos y ti seguiré diciendo lo que ni las flores, los vientos, el sol, o los pájaros, puede decirte: mi amor.

Macaria siente también esos sentimientos, sólo que esta peor que él, lo recuerda todo el día, a su cara morena, sus ojos negros, su modo de andar, la limpieza de sus mantas blanca, la funda labrada de su moruna.

Sólo que no puede decirle nada, toda se traba y parece muda.

Yo también lo quero, manque ya ve como son en la casa, dicen que estoy muy chica pa"casarme.

¿Qué hacemos?

En eso están, cuando se abre la puerta del corral que esta a unos pasos de la ventana y sale el hermano de Macaria.

Ella cierra la ventana y se mete, aunque no deja las flores.

El corazón le da un brinco, sabe como es su hermano, y por eso, mientras apaga el candil, se le escapa una angustia: Quen sabe que va a pasar…

Y empieza a rezar la magnifica.

Jacinto se va directo sobre el enamorado de su hermana que no se ha movido.

¿Para qué?

¿Qué haces?

¡Ya lo vites! ¿Pa' qué preguntas?

Andas rondando a la Macaria, te aconsejo que mejor juntes pa' una misa y escojas el cajón pa'que duermas el sueño eterno.

La Macaria no es trasto de naiden.

Yo contigo no peleo, aplácate Jacinto, con cualquiera me parto el hocico, contigo no.

Pos no me andes rondando a la Macaria, no esta casadera.

Jacinto, tú tienes mujer, yo soy solo, yo quiero y respeto a tu hermana, tú no sabes,…no, si que sabes lo que es estar solo y amar a una mujer.  

Endendenantes, cuando noviabas y te caían los cuñados, andabas como yo, con la cola entre las piernas, sólo que eras limpio, eres limpio como yo.  

Las veredas las hemos caminado juntos y me conoces bien, no soy mal hombre.

Sin quen nos quera en la vida, los hombres no tenemos ilusiones, estamos huecos, yo te lo digo, no le jallo sabor a así, nomas pegándole al trabajo de sol a sol, comiendo y durmiendo.  

Yo sé que tanto sudor es pa'nada, que a naiden le doy gusto, que a naiden le merezco un caldo, unos frijoles, una tortilla, como donde puedo, vivo a como sale, y yo quero a una mujer y pos que ella misma me quera.

Te hablo limpio.

¿Qué soy probe?

Tú no eres rey, eres como yo, vives del calor de la tierra, te cansas como yo para vivir, somos más o menos del mismo barro.

Ayúdame vivir como Dios manda, la quero a la buena.

Además, soy solo en este mundo.

Mira que no tengo más que un pedazo de tierra, una casa empezada, cuatro vacas y unos pesos.

Sólo que eso si, tendrás un hermano más.

El que haga algo contra ti, será mi enemigo pa'siempre, y si algo ti pasa, le saco los ojos, y le arrastro en mi caballo.

Manque…si no entiendes esto… ¿Me robo a la Macaria?

¿Te la dejo pa'que venga otro y se la des cuando me la negaste a mi?

No le tengo miedo a la muerte, y menos si ha de ser sin la esperanza de juntarme a tu casa y ser de tu familia.

Por eso, no mi amenaces con el cajón y la misa, pa'mi  es lo mesmo que me coman los coyotes, si queres peliar, yo no te hago caso, haz lo que queras, yo no pileo con un hermano.

Jacinto cruzo las manos, siguió con ojos barridos al suelo, se recargo en la barda, doblo una rodilla, puso el guarache contra los adobes y no pudo decir más.

Dame seis meses pa'acabar la casa, háblale al tata y dame la mano, no he de ser un mal hombre.

El silencio se prolongo, Jacinto levanto la cabeza y miro fijamente a los ojos del enamorado.  

La luna bañaba su rostro, sereno, recio, con una mezcla de valor y suplica.

Tenes razón, si la queres a la buena, Dios te ayude, si no, ya me conoces, con esta mesma mano te hecho al hoyo.

Bajo la luna, dos manos se estrecharon, en el brusco apretón, se dijeron muchas promesas de lealtad y se fijo un código de integridad o muerte.

Jacinto se esfumo por la puerta del corral.

El hombre enamorado, con lagrimas en los ojos se echó a andar para perderse entre la selva bañada por la luz de la luna y envuelta en perfumes silvestres y cantos de cigarras.

Andrea Guadalupe.

 

 

 

 


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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