domingo, abril 18

Comer, llena, lo digestivo como búsqueda de paz interior.

Tijuana BC Abril/2010.       Comer, llena,  lo digestivo como búsqueda de paz interior.

 

Como adultos, cuesta trabajo aceptar nuestro propio fastidio de vivir, cuando existe.

Y cuesta más trabajo reconocerlo y aceptarlo en los niños.

Admitir que en ellos está presente la tonalidad entera de emociones humanas.

El mito de la infancia feliz, emplaza y estorba.

La infancia más feliz recorre sinrazones.

Angustias, amores y desamores, celos, rivalidades, sentimiento de vacío.

Comparación con la enfermedad y la muerte, miedos.

Los niños delgados atraviesan sus dificultades de vivir con expresiones distintas.

¿Es un escondite secreto el sobre peso?

Como si una persona se hiciera bola para resguardarse.

¿De qué?

¿Murmullo de una prohibición inducida?

Sería necesario escuchar a cada criatura en su singularidad.

Existen pistas para tratar de entender.

¿Si los kilos de más fueran demandas no expresadas, indecibles?

Kilos de todo lo que no logra sujetarse.

Preguntas que no se saben formular, o que se formulan sin respuesta.

La adicción es una forma de soledad, también se come de más por aislamiento, por timidez, por desesperación, por ansiedad, por rabia que se devuelve, por impotencia, por tristeza.

Por una sensación de vacío que no se ubica en el estómago, sólo que ahí puede intentar resolverse.

Comer, llena,  lo digestivo como búsqueda de paz interior.

Una criatura necesita comer, lo pide, va más allá.

Paralelo a ser alimentad, quiere ser amada, reconocida, alentada.

Alimentarse no es sólo un asunto de conservación física, sino también de vivencia emocional.

El comer alivia el hambre del cuerpo, sólo que el cuerpo no es el único registro de nuestras hambres humanas.

Si una come y esa otra hambre sigue presente, ansiada, es posible que siga comiendo, hasta lastimarse.

El sobrepeso puede ser un urgente llamado: Me desbordo en un lugar que no es el cuerpo, domíname, ámame, mírame, analízame.

Dime que los límites existen, tengo miedo de una parte de mí, tengo miedo de mi cuerpo y de crecer y quizá del mundo, y ocupo todo este espacio físico, para reproducir sin saberlo mi urgencia de asimilar que tengo un lugar y un nombre propio, único.

Es probable que la criatura tenga ese lugar sólo que a veces los adultos no sabemos, cómo transmitirlo en la vivencia cotidiana.

Hacerles saber que ese ser humano al que estamos mirando es real, y no la que imaginamos. Hacerles saber que somos capaces de luchar para atravesar nuestros propios fantasmas, para lograr encontrarles a ellos.

Capaces de renunciar a confundir nuestros deseos y dolores con los suyos.

Capaces de nombrar límites y hablarlos.

Hacerse daño, y dañar no está permitido, no como mandato, sino como experiencia de moderación y de amor.

¿Cuál es la imagen inconsciente que tiene cada criatura de su cuerpo?

¿Se reconoce en él?

¿Cómo habla de su cuerpo?

¿Cómo entiende y vive la diferencia sexual?

¿Sus lazos sociables?

¿Qué idea tiene de sus otros indicadores?

¿Se le habla de la sexualidad como una experiencia enriquecedora y mucho más extensa que la relación sexual?

¿Se le habla de la relación sexual como un encuentro deseable y sensible?

¿Qué imagen se le transmite de femenino y de hombría?

 

Es necesario ayudar a los niños a reconocer sus emociones, aceptarlas y manejarlas.

Para tener conciencia de ellas, no sólo debemos darnos cuenta de cómo nos sentimos, también debemos saber ponerles palabras a nuestros sentimientos y reconocerlos en los demás.

Son muchos los niños que tienen mucho miedo de sus emociones, es importante que ayudemos a los niños a diferenciar sus sentimientos de su conducta.

 Aceptar el sentimiento de rabia, es diferente a actuarla.

Es necesario y deseable el ejercicio físico, como el trabajo de emociones.

Aprender a escucharse, no obliga a grandes espacios materiales.

La razón de cada criatura, sus mesa bancos, la libertad de explorarse en un tejido de confianza, voluntad y compañía y la enriquecedora grandeza de sus jardines secretos.

Andrea Guadalupe.



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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