lunes, agosto 30

La muerte por su nombre técnico.

Agosto 2010.   La muerte por su nombre técnico.

 

Cuando se piensa que las circunstancias tienen que adaptarse a los antojos humanos, lo más probable es que los acontecimientos se hagan a un lado y dejen un vacio donde sólo anidan la especulación.

Esto sucede con mayor frecuencia de lo que se pueda imaginar.

La gente no ve, no comprende, no es sensible a ello, sólo que los hechos se las arreglan solos y entregan puntualmente sus evidencias en forma de cadáver.

Aquel hombre salió a la carretera poco después de una discusión con su pareja.  

Maneja con las emociones alteradas por las ansiedades y el enojo, mientras la fina lluvia nutre las cosechas de verano a las orillas de la carretera.

Mientras maneja, su mente se mantiene ocupada en un remolino de contradicciones y posturas éticas, probablemente hipócritas.

El ama el cuerpo de su pareja, odia que ella no lo ame así, no soporta que tampoco comprenda su corrupción profesional.

Son cosas insignificantes las que desataron su locura temporal del enojo, que ella diga que él fuma demasiado, que su equipo iba perdiendo en un partido sin importancia, que no había cerveza fría en el refrigerador,…

Alguien paso con música a todo volumen y la humedad está por oscurecernos.

Y en esa hora de nadie, entre la esquizofrenia de la ciudad, apenas si se distingue, como una exquisita y rara nota de saxofón, un apagado patinar de llantas en el asfalto mojado, para que el conductor no terminé de decir , ¡Dios mío!, Cuando lo negro lo abarca todo.

Se sabe sin perder el tiempo en detalles, la lluvia en la carretera siempre llama a la muerte por su nombre técnico, y está aparece puntual en forma de irresponsabilidad.

El conductor murió, y uno de sus ojos, entre la sangre salpicada de vidrios rotos y sesos desparramados, lo debe haber sustraído a dentelladas una histérica rata, porque no apareció, tampoco fue encontrado.

Reflexiones sobre los acontecimientos y un ojo extraviado.

Desde BCN, mi rincón existencial. Andrea Guadalupe.

 

 



                                              



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