domingo, diciembre 6

No hay motivos para alegrarse.


Tijuana BC Dic/009    No hay motivos para alegrarse.

 

 

La bruma que forman el frío y la melancolía se disipan.

Hoy desperté como suelo despertar, imaginen una enferma que poco a poco va saliendo de esa operación donde le extirparon ¾ partes del cerebro.  

Así despierto comúnmente y hay veces que así me sigo de frente.

Forma muy particular y fatalista de quebranto del alma, sintiendo que caigo en un profundo silencio, mientras la mirada se fuga hacia los espacios cósmicos declarándome inexistente.

Sólo que como ocurre con frecuencia, me encontró la vida almorzando en Puebla, o sea, comiendo camote.

El asunto que me ocupa es; Se acercan tiempos horribles, Diciembre me gusto para sufrir.

Estoy preparándome para padecerlos,  regalos inútiles, reuniones insubstanciales,  felicitaciones, nieve falsa, José Feliciano hasta el hartazgo,  deseos imposibles de cumplir, y el colesterol como rutina en cada plato decembrino.

Cierro los ojos y ambiciono que pasen rápido estos días del helado mes.

Estoy triste por lo que le sucede al país; Qué tristeza, la pobreza y el rencor.

Tanto es mi desaliento que viene a mi mente los versos de Gonzalo Curiel; Cuanta desesperanza/ que vació tan profundo/ repicar de campanas/ en mi tarde mortal/ y todo el desconsuelo/ regado por el mundo/ parece que quisiera venirme a consolar.

No hay motivos para estar alegre.

Escucho lamentos por dondequiera,  de los empresarios, de los profesionistas, de los constructores, de las amas de casa, de los obreros, y principalmente, se escuchan los lamentos de los desempleados.

En todas las bocas hay palabras de desaliento, en México, somos la encarnación del pesimismo de Ortega y Gasset: Cuando no hay alegría, el alma se retira a un rincón de nuestro cuerpo y hace de él su cubil…De cuando en cuando un aullido lastimero o enseña los dientes a las cosas que pasan.

No hay alegría o esperanza sobre el futuro de México.

Hace tiempo que se perdió la confianza en quienes dirigen el destino del país.

El pueblo se siente traicionado, sometido, abrumado, amenazado por quienes gobiernan.

No hay motivos para festejar, disminuyeron los ingresos por venta de petróleo, los recursos naturales se explotan irracionalmente, las remesas dejan de llegar, las exportaciones se caen, los ingresos tributarios se desploman.

No hay motivos para alegrarse.

La educación pública es de mala calidad, los servicios de salud son precarios.

Cada día se pierden miles de empleos,  no hay oportunidades laborales para los jóvenes.

La riqueza se afianza en unas cuantas manos.

México tiene hambre.

En 3 años, 6 millones de mexicanos se sumaron a los 30 millones de miserables que se desarrollan en el país.

Aumentaron las adicciones, las enfermedades crónicas degenerativas, la desnutrición y el analfabetismo.

La violencia esta rebasada, miles de jóvenes son reclutados por el crimen organizado.

Las leyes no se respetan y las autoridades se ganan el desprecio del pueblo.

Las tarifas de teléfono en larga distancia, son las más caras del mundo, junto con los servicios de Internet, telefonía móvil, energía eléctrica y el cobro de intereses por préstamos bancarios y de tarjetas de crédito.

La sociedad mexicana está harta de tanta estupidez, entre los políticos reinan las mentiras, el cinismo.

Para ellos no hay recortes presupuéstales, su preocupación son las elecciones del 2012.

Con el alza de impuestos, vienen los aumentos a la canasta básica, a la leche, huevos, azúcar, aceites, pan, tortillas, pollo, frijoles, arroz, electricidad, gasolina, diesel, etc.

El catarrito, se vuelve insoportable, hay quienes hablan de un posible estallido social, todas las cosas nos parece que hacen camino, rendidas bajo el fardo de su destino…La vida nos ofrece un panorama de universal esclavitud.

Andrea Guadalupe.


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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