miércoles, septiembre 19

No me gustan las despedidas.


Sept. 2012.    No me gustan las despedidas.

Estoy un poco nerviosa, subo las medias con cuidado, asegurándome de que el camino que marcan por detrás no haga curvas, no quiero que te distraigas... sonrío pensándolo.

Las ajusto con un clic.

Una sonrisa traviesa, esa que me sale sola, que no es un gesto fingido ni nada ensayado. Estiro mis pestañas con el rímel y repaso mis labios con un labial,  aunque no sé si resistirá tu lengua insistente.

Un muy ligero toque de perfume, una disimulada mirada al espejo, y una sonrisa.

Estoy estupenda, agarro el bolso y me voy.

No paras de hablar y te escucho a medias.

No es que no me interese lo que me cuentas, es que no quiera perderme cada detalle de ti, aunque sé que mi mente va archivando y clasificando cada una de tus palabras.

No sé siquiera lo que he comido, aunque sí lo que has comido tú, hasta podría decirte cuantas veces masticas antes de tragar.

Tus dedos finos sostienen los míos y los mueves de forma mecánica acariciándome.

Y me llega como en cámara lenta cada uno de tus gestos, miradas, sonrisas... escucho latidos, pestañeos, silencios y roces, banda sonora de nuestra cena.

Me gusta tu boca mientras hablas.

Miro tus labios que sueño sobre mi piel e imagino mi saliva mezclándose con la tuya, quemando tu garganta y recorriendo toda tu sangre.

Vámonos me susurras al oído y sólo esa palabra hace que me estremezca.

O quizás sea la forma en que la has pronunciado.

Me despierto en mitad de la noche en un lado de la cama.

Tu cuerpo no está junto al mío.

Me vuelvo y te descubro buscándome.

Nos abrazamos y te duermes.

Yo no puedo, necesito escribir todo lo que se me está pasando por la cabeza.

Imagino que ya habrás abierto los ojos.

Le habrá sorprendido que no esté en la cama.

Me habrá llamado por ese nombre que me puso que no es el mío, el que nunca ha pronunciado.

Extrañado se habrá levantado a ver si estoy en el baño.

Volverá a la cama y entonces leerá todas las palabras que escribí sobre las sábanas, sobre la almohada, incluso en las cortinas.

Esta vez las palabras se las llevará el agua.

O puede que no... Me pregunto cuantas lavadoras harán falta.

Le puse indicaciones para que no se perdiera: empieza por la almohada, luego las sábanas y después las cortinas.

Es igual, pero a él le gusta seguir un orden.

Me siento libre, aunque es tan sólo una sensación pasajera, me limito a disfrutar de ella.

No sé hacia donde camino, llevo horas caminando sin parar.

Sólo quiero alejarme.

No me gustan las despedidas.

No quiero empezar de cero, sí ser yo misma.

¿O debo empezar de cero? no sé.... Creo que huyo de eso...

El sol asoma tímidamente por detrás de una nube.

Tengo ocho mensajes suyos en el celular, mensajes que no me dicen nada.

Le envío uno: escribe para mí.

Quiero que se desespere, que me eche de menos porque no me tiene.

Quiero que su corazón se desgarre y sea su alma quien hable verdades aunque hieran. Quiero que sea capaz de ver todo lo que soy, incluso lo que aún no sé que soy.

Quiero ser su único amor, detengo mis pasos... ¿realmente quiero todo eso? No.

Vuelvo a quitarme una careta, no necesito verlo en los ojos de nadie, en sus actos, en sus palabras.

Me lo creo, sí, me lo creo.

Lo que sí sé es lo que no quiero, por primera vez en mi vida lo sé.

No quiero echarte de menos, como ya lo hago, ni recordar tu cuerpo junto al mío.

No quiero estar pendiente de si vienes o no, no quiero molestarme pensando que hoy me has sonreído menos, o que te puedo agobiar con mis problemas... No quiero sentir tu distancia, esa distancia insalvable que a veces estableces sin darte cuenta.

Esa distancia que me consume, porque no fue acordada, porque es unilateral.

Esa distancia me produce frío, mucho frio.

También me angustia.

No quiero que lo que antes era algo especial, lo que antes era novedad, lo que antes nos empujaba hacia los brazos del otro, ahora se convierta en una rutina fastidiosa de cumplir. No quiero que se desvanezca la magia.

No quiero quitarme a cada segundo de la mente la imposibilidad de un futuro juntos, ni siquiera quiero pensar en futuros.

No quiero seguir dando siempre esa imagen de mujer liberal y fuerte, cuando sólo lo soy a ratos, porque sería mentirte.

Y nunca había sido tan sincera con nadie.

No quiero querer escaparme a cada segundo para llegar hasta ti, porque no puedo, y sufro por ello..., no quiero vivir la que dicen lógica evolución de una relación, con el enfriamiento que ello conlleva; no quiero tener miedo de que te canses de mí, o de yo cansarme de ti... no quiero dejar de verme en tus ojos, no quiero sufrir.

No quiero necesitarte.

No quiero miedos que me dobleguen.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, ciudad a la que reconozco como mi hábitat, mi casa, el cuenco de mis secretos, mi espejo.

Andrea Guadalupe.


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 

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