domingo, agosto 10

Un goce sexual, ..............como Dios manda.

Tijuana BC Agosto 008.   Un goce sexual………………como Dios manda.

 

 

Cuando Patricia se casó con Alberto creyó firmemente que se habían acabado las largas noches en las cuales se santiguaba con la derecha mientras se masturbaba con la izquierda.

Y es que Patricia era zurda, no siniestra y además, estaba convencida que Alberto le haría el amor como Dios manda.

 

La noche de la boda, Alberto estaba tan borracho que no tocó a Patricia y ella se lo agradeció porque estaba tan cansada que sólo quería tumbarse en la cama y dormir mansamente.

La primera mañana de casados Patricia despertó envuelta en los encajes de su vestido de novia, y Alberto con los zapatos puestos.

 

Esa primera mañana de casados Alberto, tuvo una erección mañanera y desfloró a Patricia sin necesidad de quitarle la ropa.

Ella no alcanzó siquiera a lavarse los dientes, mucho menos a ponerse la prenda que le habían bordado especialmente para la ocasión.

 

De esa primera vez Patricia sólo recuerda un inmenso dolor y una molestia que le duró los días que estuvieron de luna de miel, hasta cuando le confesó a Alberto su tremenda desilusión puesto que ella no sentía más que dolor y se preguntaba cuál era la dicha que el sexo proporcionaba a los recién casados.

El la miró como se echa de ver cuando la ira ciega la razón, solo que no dijo nada.

 

Por esa confesión la luna de miel apenas duró diez días.

Y ella sin atreverse a preguntarle nuevamente supo que aunque el cura hubiera dicho las palabras correctas en la ceremonia correcta, Alberto nunca le haría el amor como Dios manda. Así que a pesar de los tibias encuentros conyugales, Patricia continuó ejerciendo a solas la amigable alternancia de derecha a izquierda... como un país civilizado.

 

Y Patricia creyó que lo que Dios mandaba había llegado cuando hizo su primera consulta ginecológica.

A decir verdad, era la tercera consulta ginecológica según constaba en su historial clínico: una, a los trece años cuando se desarrolló, otra, una semana antes de la boda para constatar que estaba físicamente sana aunque Patricia solo quería estar segura de su estado virginal, tenia miedo de que en un arrebato de pasión, la mano izquierda se le hubiese salido de control.

 

Las dos primeras consultas habían sido con una doctora y no había sentido vergüenza.

Además la Dra. Le había explicado qué hacer para evitar los cólicos menstruales y el método  había funcionado.

 

El Dr. Que ahora la atendía  tenía además de otros atributos, un ojo clínico y le bastó ver a Patricia para incluirla en su lista de pacientes impacientes.

Patricia estaba convencida que el Dr.  Era como Dios manda, así que comenzaron un largo tratamiento para concebir al primogénito de su esposo.

 

Alberto hizo jurar a Patricia, por lo más sagrado, que nadie sabría de sus visitas semanales al Dr. porque eso de no haberla embarazado durante la luna de miel era casi una ofensa para el árbol genealógico.

Y Ella juró por lo más sagrado, que a su modo de ver, era el mandato divino.

 

Al séptimo mes de embarazo el Dr.  Explicó a Patricia que un orgasmo podía provocarle los dolores de parto, y le recetó abstinencia como Dios manda, que a decir de Alberto, implicaba sexo anal.

Ella  se curó del estreñimiento, solo que se comprometió consigo misma a no dejarse embarazar otra vez.

 

La primogénita del matrimonio  puso alto a las calenturas de Patricia, quien a veces creía que el mandato divino era un falso rumor difundido por el diablo para confundir a los creyentes y absolver a los incrédulos.

 

Cuando María Eugenia, la heredera ingresó a clases de equitación, Patricia encontró un jinete como Dios manda solo que las sesiones de práctica eran semanales

María Eugenia fue la alumna más brillante de Equitación, y también de Piano, Gimnasia Rítmica, y unos cursos más suficientes para mantenerla  ocupada y a Patricia  satisfecha

Como era de esperarse, el día menos pensado María Eugenia huyó con él profesor de Literatura  quien estaba a punto de tener un paro cardiaco  pues no daba abasto para atender a madre e hija.

En consecuencia, en un acto de arrepentimiento Patricia decidió confesarle al Padre Rotundo su habilidad para darle fiel cumplimiento al mandato divino.

El Padre Rotundo mantuvo un discreto gesto de compresión cuando Patricia le explicó su peregrinaje por consultorios, establos, academias, institutos y universidades y asintió compasivo cuando supo de las largas abstinencias que padecía Alberto por obra y gracia de los ayunos espirituales que le recetaba su urólogo como estrategia para proporcionarle a Patricia un goce sexual como Dios manda.

En un avanzado estado de dilema preguntó a su devota feligresa que quería decir cuando afirmaba que a pesar de su promiscuidad no había encontrado a un hombre que le hiciera el amor como Dios manda.

A decir de Patricia, significaba que fuera capaz de hacerle alcanzar un goce pleno, sin desperdiciar ni un centímetro de su anatomía, involucrando todos los sentidos y los pre-sentidos, y con la dulzura, paciencia y mimo necesario para dejarla loca de cansancio y convenientemente motivada para el siguiente encuentro.

Sí, para el siguiente encuentro, porque sí el mandato divino no disponía que todas las parejas hicieran el amor periódicamente, ¿para qué diablos el sacramento consagraba la unión a perpetuidad?

La confesión duró cuatro días y tres noches y por respeto al sagrado secreto sacerdotal, no trascendieron mayores detalles sobre el acto de penitencia que se cumplía en la villa del Monseñor, solo que el acto de arrepentimiento que cumplió Patricia, incluía vigilias sabáticas, velación al atardecer al Santísimo los jueves, y rosario de madrugada los martes.

Y fue así como Patricia, sin propósito de enmienda encontró al único hombre que le hiciera el amor como Dios manda.            Andrea Guadalupe.



                           Andrea Guadalupe.

                              
                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com          
 
 


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