Junio. 2013. Una
sensibilidad más armonizada.
Llega la palabra antes que nos reconozca la mirada.
Llegamos con la soledad, sombra que cada un@ lleva, y nace
la palabra inmediata antes que la primera mirada nos vea y nos conozca.
Primera palabra amorosa, amistosa, escondida, sublime, que
nos anima a ser especie o género identificable por la palabra.
Pozos de palabras somos: palabras apretadas hechas carne,
músculos, venas, arterias y venerables huesos.
Soledad llena de
palabras, sueños en las nubes descritas por palabras amorosas, abrazando,
mimando...
Palabras olvidadas que producen dolor, benditas, malditas, egocéntricas,
que a sí misma se nombran, a sí misma se escuchan.
Silencio de soledad preñado de palabras.
Yo no sé qué tendrá la palabra escrita, que cuando recuro a
ella, como ejercicio de expresión, me resulta insuficiente para expresar
matices de intensidad en la transmisión de unas vivencias que sólo traspasando
las fronteras del lenguaje común para internarme por los laberintos del
lenguaje me dejan más o menos satisfecha.
Da la impresión que las palabras tienen otro espacio cuando
las coloco intencionadamente en un código verbal que no sea el de la estricta
comunicación.
Todo es como más rico, más pleno y, sobre todo, más intenso.
Soy alguien que siente lo que l@s demás sienten, sólo que
busco otros modos de expresión, y en esa acción, acabo teniendo sensaciones
nuevas e insospechadas y me reinstalo en un mundo de secretos e íntimos placeres
al que huyo para sedarme.
En el fondo, se trata de una terapia aplicada para conjurar
los males del alma.
Esa huida hacia dentro es una exploración de regiones no
transitadas.
Se trata, para entendernos, de adquirir una sensibilidad más
armonizada.
Aquí quería yo llegar, gracias por leerme.
Andrea Guadalupe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario