miércoles, noviembre 17

Un amable correo.

Noviembre de 2010.   Un amable correo.

 

 

Lo encontré al abrir mi cuenta, atravesó distancias y fronteras que dividen al hombre, no a los afectos y, con la discreción equilibrada y feliz de su camino, llegó hasta el portal de mi correspondencia.  

Eran pocas palabras, sólo que nos les faltaban clase, entonces, con su mirada dulce me dijo:

¡Hola! ¿Puedo pasar?, Desde luego, agregué, y no quise realizar ninguna inquisición o averiguación  de carácter neurótico.

No sabía quién era, pero cada ademán, cada gesto, cada parpadeo, era capaz de iluminar de inocencia y belleza todos sus movimientos.

Me abrazó  y habló quedito al oído diciéndome lo mucho que me quería.

No dudo en lo más mínimo en acercarse amablemente y rodearme con su cariño… testificando que los prejuicios en las cosas del alma son un tonto invento de los adultos.

No pude negarme al humilde cobijo de la virtud, cálida y extraordinaria, mientras dejaba escurrir lágrimas de sensibilidad y comprensión.

En un amable correo había venido a saludarme a través de una  sencilla lección de amor.

Al terminar de leer, me dejo acompañada de la ternura de una sonrisa  para luego estampar su firma en señal de despidida.

Cuando su breve imagen desapareció de mi vista, la imagen, risas, cariño, y palabras de mansedumbre reflexiva de que alguien que sin un contacto físico, pudo brindarme calidez, cercanía y un momento de mágico desinterés, quedo con su nombre formándose en mis labios…..Gracias por este regalo en mi vida.

Desde BC,  disfrutando un amable correo que ha venido a saludarme a mi rincón existencial.

Andrea Guadalupe.

 



                                              



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