domingo, diciembre 2

COCUT LGBTI. A.C., y la Homofobia.


COCUT  LGBTI. A.C., y la Homofobia.

 

La homofobia, como cualquier otra forma de intolerancia hacia otr@s, es un comportamiento destinado a mantener un ideal de sociedad similarmente estructurada.

Y para lograrlo, se organizan fronteras que delimitan un adentro y un afuera.

 Un afuera al que se destierra a quien no forma parte del ideal social.

El adentro necesita mecanismos de exclusión que marquen la diferencia de la otra persona que es deshumanizada al presentarla como inferior, anormal, contraria a la naturaleza, inversa a todo lo que significan los valores humanos y se impide así cualquier identificación o empatía con el grupo excluido.

Así, la homofobia se emite alrededor de emociones, creencias, prejuicios, convicciones, fantasmas…, de conductas, actos, prácticas, procedimientos, leyes… y de un mecanismo ideológico, teorías, mitos, doctrinas, argumentos de autoridad….

En estos momentos, con la conquista de derechos y la progresiva visibilidad social y cultural de la homosexualidad, ésta ha dejado de estar en el centro de la cuestión.

Y ahora nos ocupa la homofobia.

Se asume que la homosexualidad no es el problema; ahora la cuestión objeto de debate es la existencia de la homofobia.

 La homofobia es el principal obstáculo para que a pesar de la igualdad legal de la que disfrutamos, nos quede mucho para poder hablar de Igualdad.

La homofobia que queda en nuestras sociedad es mucho más fuerte de lo que en general estamos dispuest@s a asumir y existe de manera individual, en personas que muchas veces no son conscientes de ella y también pública: la que se da en el Estado y sus instituciones.

Debido a los avances en derechos LGTB, la homofobia más evidente ha pasado a ser propiedad de las personas más inadaptadas sociales que se manifiestan violentamente;  aunque, eso no quiere decir que haya desaparecido.

Hay una homofobia sutil que transmite una cierta tolerancia que dice respetar, a cambio de atribuir un lugar marginal y silencioso.

Es la homofobia de esas personas que afirman pomposamente el derecho de cada un@ a hacer lo que quiera en su vida privada, sólo que al mismo tiempo, se les hace intolerable contemplar la ocupación visible y ruidosa del espacio público.

Es, la homofobia liberal de quienes piensan que la homosexualidad como comportamiento privado es legítima, sólo que, como comportamiento público, es desestabilizador del orden.

La homofobia liberal está condensada y expresada en esas preguntas: "¿Por qué tienes que decirlo? ¿A quién le importa lo que eres?

La respuesta obvia es: a todos: al Estado, a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo…

A la famosa pregunta "¿Por qué tienen que divulgarlo? ¿Acaso yo publico mi heterosexualidad?,  la respuesta es también: sí, la heterosexualidad se transmite constantemente.

Este es un régimen sexual apoyado en la visibilidad constante de la heterosexualidad, en un ritual indeleble, exteriorizado,  actuado, contado…

No es una casualidad que cuando un hombre y una mujer van de la mano por la calle o cuando se besan, muestren con despreocupación su heterosexualidad.

Naturalmente que la heterosexualidad no tiene que salir del armario ya que el espacio público es todo suyo.

 Somos las personas LGTB las encerradas en armarios, y para conquistar el espacio público que nos corresponde no hay otra opción que hacernos visibles y cuanto más, mejor.

Aunque también, es cierto que la mayoría de las personas tenemos cierto grado de homofobia inconsciente  ya que ésta se inscribe en la misma construcción del equilibrio emocional,  especialmente del masculino.

La homofobia, para acabarla, requiere, de una labor consciente de reconstrucción del propio yo, que no todo el mundo quiere o puede hacer.

La homofobia, aunque no sea dirigida a nadie en concreto, se constituye así como una especie de vigilancia de género.

Por eso, cualquier manifestación pública de la homosexualidad les resulta a muchos incómoda,  porque amenaza con debilitar un edificio inestable que much@s levantan con sacrificio y dolor: con la negación de una parte de sí mismos, con la negación de sentimientos que son puramente humanos.

La visibilidad de la homosexualidad les hace daño porque demuestra que esa pendiente por la que cualquiera podría caer, está ahí. 

La heterosexualidad obligatoria, como sistema represivo, oculta de manera casi perfecta el armazón ideológico sobre el que se construye; cuanto menos evidentes sean los andamios sobre los que se levanta cualquier construcción ideológica más natural nos parece y, por tanto, más difícil nos resulta enfrentarnos a ella. 

El objetivo que tiene como fin, es  mantener un sistema de sometimiento y parecer natural. Es violencia amortiguada, insensible e invisible que se ejerce básicamente a través de los caminos simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento y que las condiciones de existencia más intolerables puedan aparecer a menudo como aceptables, por no decir naturales.

Por eso, la homofobia existe y está muy viva.

Cuando la homofobia está desacreditada, es difícil hacer entender a la sociedad que por muy discriminado que esté social o culturalmente, cualquier miembro de una minoría tendrá por lo menos el apoyo y la estimación de su comunidad.

Las personas LGTB formamos comunidades, aunque no surgimos de ellas y no es hasta tener ya cierta edad cuando conseguimos encontrarlas y aprendemos la manera de integrarnos.

Si hay una experiencia que hemos compartido en algún momento de nuestra vida es la experiencia de una profunda y aterradora soledad.

Por eso necesitamos del apoyo para formarnos como ciudadan@s plen@s que tenemos derecho a desarrollarnos en libertad e igualdad.

En nuestra ciudad y Estado, no existen políticas públicas a favor de la igualdad LGTB y en contra de la homofobia, con lo que se sigue manteniendo la idea de que esta lucha es cosa nuestra, de que sólo nos incumbe a nosotr@s.

Si bien es normal que se nos financie para trabajar contra el sida, el Estado tuvo que asumir también que le corresponde abanderar la lucha contra esta enfermedad.

 Lo cierto es que por mucho dinero que se nos de para desarrollar programas, no podemos educar, ni podemos denunciar cada actuación discriminatoria; ni podemos controlar las imágenes culturales, ni el lenguaje...

Es hora de decir que los niños y adolescentes LGTB existen; que detrás de cada adulto que es homosexual o transexual ha habido un niño o niña que ya lo era.

Y tod@s sabemos que esos niños y niñas siguen sufriendo mucho, siguen siendo víctimas de acoso, siguen sumid@s en el silencio más absoluto, lo que les hace especialmente vulnerables a los abusos, a la infección por VIH, al fracaso.

 Los adultos sabemos protegernos, disponemos de información, los niños no y el resultado es que los adolescentes LGTB son tres veces más propensos a las tentativas de suicidio que sus compañeros heterosexuales.

El colegio sigue siendo un desierto de soledad y miedo para los niños y adolescentes LGTB. Por eso nos queda mucho por hacer.

Porque queremos vivir nuestras vidas con dignidad y respeto.

Andrea Guadalupe.


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 

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