Octubre.2010. Y lo vi volar…
No me lo contaron, puedo asegurarlo como otras tantas cosas curiosas que pasan en este mundo.
Que el perro paso volando a unos metros de mi cabeza.
Del barandal del segundo piso en el edificio de gobierno donde hacen diversos trámites, pasó volando y se perdió en un ángulo de cielo y suelo que, en ese instante me resulto invisible.
Solo escuche el eco de un aullido en las llanuras de mi cerebro y me imagine pertenecían a algún chamaco, de esos que únicamente con un golpe ponen en paz sus padres.
Más adelante me entere que el perro había venido muy feliz a pagar alguna licencia municipal, y, por las características de su especie, no había sido aceptado.
Le dijeron: peludo, coludo, orejón, animal, humillándolo.
Esto lo deprimió, y aprovechando que se encontraba en depresión amorosa, y en un segundo piso además, erizo el lomo y se lanzo al vacio.
Y lo vi volar.
Aunque también me platicaron lo que realmente sucedió, un chiquillo con alma de taquero, y corazón de bandolero, lo correteo por los pasillos, asustándolo con muecas y gritos, empuñando en su mano derecha, un cuchillo cebollero imaginario, obligándolo así a saltar del barandal.
Encontrándose con la transparencia, fragilidad y falta de solidez del vacío.
Y lo vi volar, como otras tantas cosas extrañas que suceden en este mundo, chocando bien recuerdo, con el sólido suelo.
Desde BC, mi rincón existencial, Andrea Guadalupe.
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