viernes, octubre 29

¿Cuánto tiempo debo de durar despierta?


Octubre 2010.      ¿Cuánto tiempo debo de durar despierta?

 

Mantente despierta, haz un esfuerzo mayor... ¡Inténtalo!

Se me cierran los ojos...

No te venzas.

No reproduzcas tu tragedia una vez más.

No muevas mi mano a la provocación. ¡Levanta la cara!

Busca en las nauseabundas nieblas de la conciencia los duros hilos de mi voz, el eco que dejan mis palabras... ¡Arma ahí la representación de una pirámide, y mantenla imantada entre tu mirada, en la frente, hacia fuera!

Nooo puedo...

No hagas más grave esta cadena tramada de aullidos, odios y venganzas.

 ¡Escapa de la sombra paralizante, párate, alza tu mirada al cielo neurótico de tus ángeles ineficientes!

Nooo...

Estás afilando mi hacha, alterando tu final a cada parpadeo.

No quiero matarte, abre los ojos: ¡Despierta!

Salta de la cama y encamínate a un lugar seguro; no busques nada, sólo escúchame: primero abre la puerta, con cuidado, luego ve a la cocina... Ahí prepárate un café, cargado, negro, hipnótico... Y no vuelvas a dormirte; por hoy no vuelvas a dormirte: en el sueño te estaré esperando, y eso no es bueno.

No tiembles.

Permite, sorbo a sorbo, que el tiempo realice su delicada función de anestesista, que fluya su aguja como una serpiente de suero invisible en la principal vena de la realidad... ¡No cierres los ojos, no!

En esa oscuridad roja podría aparecer y...

¿Qué quieres de mí?

Estando despierta no corres ningún peligro.

De momento sólo podrás oír mi voz.

Y ten muy presente lo siguiente: no debería estarte ayudando.

No lo mereces, más adelante te quedará claro por qué.

¿Quién eres?

Eso no tiene importancia.

Lo que debes hacer es no dejarte vencer por el sueño.

Si te distraes y logro penetrar de nuevo al perverso velo onírica, te aseguro que todo acabará mal, como en otras épocas... La última vez fue un desagradable y lujurioso baño de sangre.

¿No lo recuerdas? Deberías ver el escalofrío que te baila como una daga en la retina. ¿Quieres tú que esto suceda de nuevo? 

¿No sé de qué me hablas?

Sí, te creo, no te alarmes.

Sé que una vez más el nacimiento te afectó la memoria espiritual.

A la mayoría de personas como tú les sucede: renacer les genera amnesia y se olvidan del lugar de donde vienen y de lo que hicieron en su oportunidad de vida pasada.

Escucha: el hecho de que no lo recuerdes no significa que eso no sucedió.

¡Cállate,  me estás volviendo loca!

Siempre fuiste una persona débil, creyendo ser la mujer ideal.

 La de los psicodramas seductores, experta dama que se colgó la envenenada flor de los prejuicios como un arma ante la inseguridad del amor que no daba ni recibía.

Ambiciosa y sin compasión, atormentada siempre por ansias violentas de pulsaciones y deseos subconscientes de morir maldiciendo...

En el ambiente enrarecido de su conciencia, tomándose la histérica cabeza con las dos manos, la mujer invadida se preguntaba:

¿Por qué me dices todo eso?

Te ofreceré una pista: en otra vida yo fui a veces una loca, a veces mujer sabia, a veces poseída por un esplendor real; a veces errante, a veces inerte con una expresión benigna; a veces venerada, a veces insultada, a veces desconocida... Otras, como ahora, sólo el perceptible temblor de una voz en la conciencia.

Aprendí que sabiendo sufrir se sufre menos, que no se ama verdaderamente sino cuando se ama sin razón, y gente como tú me llamaron peligrosa por poseer un espíritu contrario al de las masas, e inmoral por no profesar la moral de ustedes., por que encontré que cuanto más se aproxima una a su quimera, más se va convirtiendo la leyenda personal en la verdadera razón de vivir.
¿Cuánto tiempo debo de durar despierta?

No quiero matarte y que el sueño salga por tu boca como una densa ola de sangre y manche de distracción tus sábanas.

Para que eso no suceda, no le eches más azúcar al café.

Las condiciones de humedad del clima no son normales y eso te provocará un adormecimiento desacostumbrado y te llevará al sueño: ahí te estoy esperado.

Si cierras los labios de tus ojos, encontrarás la abierta oquedad del infierno.

¿Por qué tantos resentimientos en tus palabras?

No es rencor, es la miel de la sangre que vibra sus cristales al paladar.

El lenguaje que desprecias, porque no hay en él la moda y el beneficio que consuelan a tu corazón con el eco sediento de la mercancía... ¡No te cierres a la luz, ten cuidado!

La sombra concentra menos oxigeno que la realidad quimérica de los fotones. 

Desde BC, mi rincón existencial, primordialmente espiritual, viviendo una experiencia humana.  Andrea Guadalupe.


                                            

 


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