martes, mayo 8

Las palabras y sus efectos en mi vida



   

Mayo. 2012.      Las palabras y sus efectos en mi vida

 

Ahora que avanzo con más prisa en el camino del tiempo, he aprendido bien lo que es el peso de la culpa o el de la censura.

Y aunque pudiera decir, a manera de defenderme, que soy el producto de una educación en escuela religiosa, en donde aprendí entre otras cosas que: Los buenos modales abren las puertas.

Recibí en mi infancia principios de buenas maneras y responsabilidades de mi abuelo materno, hombre exiliado de España en la Guerra Civil, quien me decía que las malas  palabras son muy bonitas, si se saben enseñar y no imponer

En mi juventud todo era pecado, prohibido o censurable.

Atravesé la infancia leyendo a escondidas las proclamas y muerte del Che Guevara, la represión y asesinato de estudiantes en Tlatelolco en 1968, sin duda muchos sucesos de aquella mentalidad represiva.

Vinieron después años de hipocresía social, hasta llegar a la incipiente democracia, la apertura, y la posibilidad de abrir las ventanas y ventilar el desván tan lleno de telarañas. Fue así que palabras como censura, culpa e incluso responsabilidad, pasaron a ser malas, o retrógradas y por lo tanto susceptibles de ser ridiculizadas.

Aunque da la casualidad de que las palabras no son bellas o feas, malas ni buenas.

Son, si se quiere, como un vaso: su contenido unas veces puede resultar benigno y otras malvado.

Discutiendo  primero de la más fea de todas, la censura.

De tanto luchar contra ella durante la etapa en que se consideraba a la sociedad como menor de edad por parte de la iglesia y el Estado, tendemos ahora a creer que es algo a combatir, sólo que censurar quiere decir literalmente: juzgar el valor de una cosa, sus méritos y faltas, nada más.

Sin embargo, como se considera una palabra del pasado y por tanto fea, hoy en día nada resulta mal visto, moralmente reprobable, o éticamente perverso; todo vale porque lo que no vale es censurar, que eso es de mentalidades anticuadas.

Otra palabra ajada es responsabilidad.

Antes la repetían mucho los padres, los maestros, los educadores: Tienen que ser responsables, que comportarse como adultos.  

Ahora en cambio se dice que los niños deben de ser niños el mayor tiempo posible.

Déjenlos, ya tendrán tiempo de ser adultos y responsables, dicen personas de criterios modernos, sin darse cuenta de que crecer no es ninguna desgracia y ser responsable es algo bastante útil en la vida.

Sin advertir, tampoco, que la responsabilidad o se aprende muy pronto en la infancia o no se aprende nunca.

Y me queda por fin la más fea de las feas, la palabra culpa.

Es cierto que en tiempos lejanos, ese término llegó a ser muy cruel.

Se fomentaba la culpa para no mentir, octavo mandamiento, o al cuarto, honrar a los padres, y no digamos nada si pecaba contra el sexto, se sentía fatal: se sentía culpable. Ahora, si se fijan, hemos descubierto un truco perfecto para librarnos de tan incómoda losa: la culpa de todo lo que nos pasa siempre la tiene otro.

La tiene la sociedad, que es muy mala, o el gobierno que es un desastre, o el calentamiento global, o el lucero del alba.

En este mundo en el que vivimos, hasta para las faltas más graves se encuentra siempre una razón protectora.

Cuántas veces hemos oído decir que si fulano es un violador es porque tuvo una infancia muy desdichada.

O que si mengano es un asesino se debe a que viene de una familia disfuncional, sólo que la  justificación, tiene un lado perverso: si la culpa de todo lo que nos pasa la tiene otro, nunca vamos a hacer nada por mejorar nuestra situación.

Porque culpar al mundo cruel es muy cómodo, aunque también muy estúpido.

Sé que lo que acabo de decir va en contra de esta realidad Walt Disney que nos hemos inventado, también que es lógico que las palabras que antes se usaron de modo autoritario cuando no cruel, sufran su purgatorio y sean revisadas.

Aunque una cosa es revisar un concepto y otro muy distinto es desechar de él.

Las palabras no son feas ni hermosas, incluso las más bellas como libertad, amor o amistad tienen su lado amargo, cuando no perverso.

El secreto, creo yo, está en usar cada palabra con sabiduría.

Eso al menos es lo que hace un adulto, lo malo es que para algún@s, adulto, crecer y madurar, también son malas palabras.

Analizando las palabras y sus efectos en mi vida, desde BC, mi rincón existencial.

Andrea Guadalupe.

 
 

domingo, mayo 6

La edad no está en mi piel…



Mayo 2012.            La edad no está en mi piel…

Soy una persona que cree en que vivir es un proceso de aprendizaje y de mejoramiento espiritual, una oportunidad para ofrecer y empaparte de lo bello que hay en este mundo.
Sin embargo, cargo con mi cuerpo, con mi edad y estoy ligada a ella hasta que me muera, no la puedo negar, guardar, esconder.
Y viene esto por mi último encuentro relacionado con la edad.
No, no me he anotado a la moda de tener un novio stripper, tampoco me ha dado por recurrir al botox, o las estiradas de pellejo, porque yo amo las arrugas que dan fe de mi paso por la vida, y creo que cada quien enfrenta la llegada de la edad como puede y mi opción ha sido arreglarme las manos y los pies y procuro, aunque no siempre lo consigo, engordar lo menos posible.
Aunque... Intentar ser eternamente joven es imposible.
Al almanaque, cuidándome un poco, le puedo ganar pequeñas batallas, aunque la guerra la tenga perdida 
Lo malo de esta actitud que antes se podía llamar "digna" es que está completamente desacorde.
Ahora lo que se maneja, es decir cosas como "La edad no está en mi piel, sino en mi espíritu" o "Me encuentro mucho más guapa a los sesenta que cuando tenía cuarenta", frases que no son más que una forma tonta de engañarse, pienso yo.
El último fracaso que les comentaba más arriba lo tuve hace pocos días durante una platica con una amistad, un hombre inteligente, que asegura que muy pronto, todo será estupendo porque la ciencia logrará que vivamos tranquilamente, más de cien años.
Yo por mi parte, dije que me daban temblores sólo de pensarlo.
Que eso de vivir tanto no me interesaba en absoluto y argumenté que si viviésemos 100 años lo que estaríamos alargando, en realidad, no sería la vida, sino la vejez.
Estaba convencida de que mis argumentos eran razonables y añadí que no me parece sano ni conveniente este culto excesivo a la juventud que tenemos ahora y tampoco esta manía de no querer envejecer.
Que cada edad tiene su encanto y que no hay que engañarse intentando parecer que se tienen veinte años cuando se tienen cincuenta.
Le exprese también que se me antojan patéticas las mujeres que visten de jovencitas y que van con un piercing en el ombligo cuando ya han pasado la menopausia. 
Eso dije y se interpuso entre el y yo, un silencio sepulcral.
Yo me despedí pensando que no estoy para nada en la onda, incluso ahora, al escribir estas líneas, me pregunto si hago bien.
Si lo que digo será bien entendido en esta sociedad que se caracteriza por barrer bajo la alfombra todo lo que no le gusta: la vejez es mala, fea y no existe; la muerte tampoco; la enfermedad, menos; todas somos guapas y jóvenes, sanas y los pajaritos cantan y la luna se levanta.
Por eso me gusta mucho la campaña publicitaria de una marca de cosméticos femeninos que demanda la belleza de las "mujeres reales", de las que no pesamos 50 kilos, de las que ya no tenemos  40 años.
No sólo me parece inteligente como estrategia de ventas sino además muy saludable.
Ya va siendo hora, pienso yo, de dejar de negar sistemáticamente la realidad.
Porque lo peor de esa mentira que nos venden de que todas podemos ser eternamente jóvenes y sexys, es que únicamente genera frustración, cuando no anorexia o neurosis o actitudes patéticas.
Y es que, por mucho que se insista, una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad.
Además, como sabemos, con sólo mirar a tantas personas famosos y no conocidas que han usado y abusado del botox, o las estiradas de pellejo hasta la momificación, la verdadera belleza no tiene edad y además está en otras cosas menos fugaces.
Pensando en que el envejecer con dignidad si existe, sobre todo cuando valoramos lo que hemos hecho, lo que hemos amado, lo que hemos entregado, desde BC, mi rincón existencial, Andrea Guadalupe
                                      

 
 

jueves, mayo 3

Sin monitores de por medio.


Tijuana BC  Mayo 2012.        Sin monitores de por medio.

Profundos, escondidos, íntimos, disimulados, silenciosos, saben cómo hacer salir al genio de la lámpara, se ocultan en los rincones, tras las telarañas, y tocan siempre algún instrumento de viento.

En ocasiones, se visten de gala, y si el momento lo merece, visten de luto.

Algunos ondean un puñal afilado, otros deshojan margaritas, pacientes, saben que tarde o temprano terminarán por ser descubiertos.

Varios están en el clóset, cuando sacamos la ropa caen al piso y chocan  para ocultar al cuerpo.

Otros, lloran con fuerza, beben medicamento amargo y de vez en cuando sacan la lengua bífida para meter miedo.

Secretos disfrazados, indiscretos, deseosos de abandonar el anonimato, se mecen en un columpio y saltan al mar para hospedarse bajo el agua y gritar a los peces lo que ciertas personas no deben escuchar.

Algunos han sido amordazados, pues de lejos se veía que hablarían pronto sin necesidad alguna de tortura.

Otros, están mal remendados, a aquellos, el corazón les late siempre fuerte y pasan a ser presentimientos, unos más patinan sobre hielo frágil y terminan hundiéndose en mares de convicciones.

Ay, secretos, ¿por qué han venido a mí uno tras otro cuando debían hibernar en sus cavernas?

Ahora los miro de frente, los contemplo y los asimilo de memoria, no sé si meterlos en la licuadora y hacerme un postre con ellos, no sé si atarlos, cavar un gran hoyo y enterrarlos de una vez por todas, aunque, viéndolo bien,  no tengo corazón para enterrarlos tan vivos como están ahora, o formar un coro e ir a dar pequeños y afilados conciertos en los jardines de quienes pretendieron ocultarlos.

Mejor marchen conmigo y en el camino ya iremos decidiendo, no me crean su dueña, ni me sigan a todos lados, tampoco me seduzcan con pronósticos de poder; creo que lo mejor será declararlos libres aunque no sé si eso pueda originar el caos, pues hacen una bulla que ensordece después de haber pasado tanto tiempo en silencio.

Secretos íntimos, disimulados, pequeños y desnudos, con esa boca tan grande y esos ojos tan inmensos.

Cansada de estar triste, decidí guardar las lágrimas en un frasco y lo arroje al mar rogando que se hundiera lo más pronto posible.

Invoque a las mariposas para que me prestaran sus alas, agite los cabellos pretendiendo sacudir así el polvo a todas mis memorias, pase revista a los recuerdos: los mejores, los peores, los intermedios, y comprendí que cada uno podía tener un valor, aunque no por eso era preciso convertirlos en un peso que me fastidiaran la espalda y existencia.

Visualice caballitos de mar y libélulas, comprendí que el amor estaba a mi alcance vestido con los colores del arcoíris.

Decidí volar hasta él, correr el riesgo, abrirle la puerta a la caravana de lo inesperado, vivir como siempre me había dicho que lo haría.

Tome papel y lápiz… escribí… imagine mundos posibles, me interne en laberintos de emociones, me atreví a decirle al tiempo que no le temía mientras se desvanecía confundido. Libre de las agujas del reloj me exploraba y esperaba.

Entonces llegó ella, con el frasco vacío, se había bebido cada una de mis lágrimas y me invitaba a conocer nuevos rincones existenciales.

Con una calma que recién echaba raíces en mis expresiones, voz de quien nada guarda ya, le dije: Ya conoces mis penas, mis desiertos, mis sueños quebrados, las manchas bajo mi piel, mis rincones sombríos, mis pozos infinitos.

Ya probaste la pena de mis océanos y habitaste en la cara oscura de mi luna.

Si ya conoces todo eso no comprendo la razón de tu pedido.

Porque tu desierto ha saciado mi sed, tu vida hecha fragmentos ha recompuesto mi mundo, tus manchas han venido a tapizar mi vacío, tu sombra me ha ayudado a refugiarme de un sol que no me daba tregua y en la infinitud de tus pozos me esperaba la paz.

Al contacto de tu mar han comenzado a cicatrizar viejas heridas y en la cara oscura de tu luna pude contemplar tranquilamente mi vida.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde pienso que, si la ventana se cierra y el vidrio se agrieta, entonces saldré a enfrentar el cielo con una mirada  y le diré a los viejos prejuicios: Estoy aquí, sin monitores de por medio.

Y entonces, comenzarán a hundirse uno a uno y la geografía de mi mundo cambiará.

Sí, detrás de ese monitor pueden ocurrir cosas milagrosas, entre ellas la vida.

Andrea Guadalupe.


                                              

 
 

miércoles, mayo 2

Cuando oigo tu voz como un susurro…



  

Tijuana BC. Mayo 2012.    Cuando  oigo tu voz como un susurro…

Tengo miedo del olvido, y es por eso que no me acerco a su cerca… no quiero quedarme encerrada.

En vez de eso, camino por la delgada línea que separa la nostalgia de la angustia, los buenos recuerdos de la desesperación.

Quiero recordar, sólo que me pongo obstáculos… intento dejar la imaginación y el pensamiento libre,  aunque lo que quisiera es que volara sin rumbo por encima de las nubes… Aunque no puedo, no puedo, es muy complicado… y a veces, confieso que tampoco quiero.
En el torrente de imágenes que me acompañan en mi paseo por esa línea, hay situaciones extraordinarias, inolvidables, muy especiales para mi… me definen, son mi historia, mi antecedente, mi circunstancia…. Alrededor de ella están las azules nubes de la tristeza… esas que con su manto oscuro me cierran en el paso hacia la luz de mis recuerdos, esas nubes que se convierten en voces, en llanto y en desesperación, en taquicardia, en grito… Me agarro a esas nubes pensando que su color esconde parte de mi verdad… y me acomodo en el desgarro de mi alma dejando a un lado lo bueno, y quedando mi mente y todo mí ser, inmerso, encerrado en su atmósfera… triste, desesperada…
Me cuesta mucho dejar a un lado esa nube porque necesito vivir esa nostalgia, para sentir que sigo viva y que tengo que luchar  por ti, por quien eres, por quien soy, por tu vida y por la mía…
Entonces, casi como un milagro: tu voz llega a mis sentidos como un susurro; tu mano se posa y acaricia mi pelo; mi cuerpo poco a poco se invade de tu sosiego, y tu calma… va avanzando en mí.

Abandono el camino, tomo  la barca que me lleva a la nostalgia, a los recuerdos.

Poco a poco las nubes, que ya son también grises y negras, se van disipando.

Cierro los ojos, sonrío ligeramente, y entonces, dejo volar mi mente en mis sueños, para que puedas venir a visitarme y sentir que en mi interior nunca morirá.

El gélido aire hace rechinar la puerta del cementerio, y el lamento metálico corta la paz de cada uno de los cuerpos que yacen bajo las lápidas, y sin embargo son un canto tan típico del lugar.  

Camina aquella figura entre las piedras pulidas firmadas con siglas, nombres de desconocid@s y fechas, mientras la luna llena refleja la sombra a sus pies, que camina encorvada y cabizbaja, aunque  segura del camino que debía recorrer.

Su única amiga, su propia imagen, y la echa tanto de menos en las noches sin luna…

Anda con cuidado, aunque conoce cada palmo de tierra húmeda y pestilente de aquel lugar, tiene cuidado de no pisar las delicadas flores blancas, color mortecino, que crecen a los pies de cada tumba, como un sello que garantizaba que aquello que había bajo el barro merecía descansar en paz.

Tantas siglas inútiles y huecas, que no sirven de nada.

No tenía otra cosa en aquella vida, una vida que había aprendido a desobedecer y a ignorar. Esa noche, sin embargo, las arrugas de su piel le deformaban la cara hasta convertirla en una calavera con las cuencas aún llenas de algo poco parecido al color de la vida.

El cementerio, y lápidas de piedra de todos los tamaños y formas recortaban el horizonte. Sobre ellas las estrellas velaban por cada alma que dormía.

Cuando la luna se encontró con el reflejo de sus ojos, pudo comprobar que estaban húmedos, que si ninguna lágrima había caído todavía era por el simple hecho de que en aquel cuerpo quedaba ya muy poca agua.

Entre el mundo real y donde un rayo de luz blanquecina atravesaba las escasas ramas, todas secas y casi muertas, se posaba una placa de granito que se separaba en mitad de la zona despejada.

Sobre la placa unas rosas color salmón reposaban sin miedo a ser llevadas por el viento, resguardadas del resto de la muerte que empalagaba aquel lugar.

Habían sido traídas especialmente desde lejos para que terminasen marchitándose sobre aquella persona que yacía bajo la dura roca.

Suavemente se acercó a la tumba, su rostro se convulsionó y se dejó llevar por un silencioso llanto que salió de lo más hondo de su alma, se arrodilló y enterró la cara empapada entre sus brazos.

Lloró hasta que el alba le sorprendió muerta sobre la tumba de su amada, con una ligera sonrisa en los labios, y una de las rosas color salmón entre los dedos.

Hacía ya un tiempo que cada semana dejaba sobre la tumba de la mujer su flor favorita.

Y cada noche rezaba por que el sueño eterno se la llevara  también.

Aquella vez, la Muerte decidió que quería seguir caminando sola.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde vagabundeo por la pintada cerca del olvido...abrazada a las azules nubes de la tristeza, y cuando  oigo tu voz como un susurro, cruzo la orilla y a tientas, la nostalgia me ama. Andrea Guadalupe.

    

 
 

martes, mayo 1

El infinito fuera de mí y el infinito dentro de mí ser.


Tijuana BC. Mayo 2012.    El infinito fuera de mí y el infinito dentro de mí ser.

 

Yo escribo como pienso, y eso es, negativo en mi existencia, y si mi mente quedara estructurada arquitectónicamente, no sería tan contraproducente.

Porque iría reteniendo las ideas de una forma organizada y las ideas brotarían de forma organizada.

Sería capaz de comprender mis propios pensamientos, llegaría a conocerme a mi misma, y no existirían rincones oscuros, en mi mente, capaces de escapar de una reflexión exhaustiva para saber que soy.

Yo no sé que soy, ni sé quien soy, aunque soy consciente de que una de las mejores herramientas para conocerme, es leerme.

Y otra buena forma para conocerles a ustedes, es leerles.

Porque soy un ser humano, con todo lo que lleva consigo.

Soy una persona con un rostro que puedes buscar en la multitud, una persona normal que igual estoy contigo en una panadería, o sentada en una mesa del café donde suelo acudir, o aquella persona que viste el otro día en aquella plaza próxima a tu casa que estaba distraída en la lectura de un libro que sostenía en sus manos, o aquella que viste el otro día circulando con su pick up por las calles de la ciudad, y que al pasar a tu lado te miró, y tu le devolviste la mirada, aunque no entendiste el significado de la ojeada.
Puedo ser quien escuchas suspirar al caminar en la calle, y  puedo ser un ser humano sin pasado, sin presente y sin futuro, sólo que no es el caso, porque al fin y al cabo, todas tenemos pasado, presente y futuro.
Puedo estar viviendo un mundo de fantasía a través de la pantalla de mi monitor, o puedo ser una persona trabajadora que de vez en cuando, hace un alto en su camino para saludarte, para saber de ti.
Puedo ser alguien que esté buscando algo en la vida, aunque no sabe exactamente el qué. Quizá pueda ser alguien que tenga miedo de encontrar lo que busca, que no quiera descubrirlo, que quiera vivir toda la vida con esa incertidumbre, aunque duela, aunque hiera y le pueda llegar a romper por dentro.

Puedo andar perdida por las calles sin saber donde ir, dándome igual si giro a la izquierda o a la derecha cuando se me presente la ocasión  delante de mis ojos.

Porque hoy en día ni el amor, ni el trabajo pueden definirnos.

Ya que son mutables, y cuanto más evoluciona la sociedad, menos duran esas condiciones. Las relaciones interpersonales se convierten en aves que si te entretienes en un descanso, observas confusa como se van, sin esperarte.

Puedo ser tantas cosas que ni yo misma sé lo que realmente soy.
Aunque si, y fíjate bien, soy alguien a quien le sucedió algo que no quiere recordar.

Alguien que posiblemente esté buscando una persona en la que confiar, una persona que no llegue a ver nunca, una persona cuya voz nunca llegue a ser escuchada por mi……igual busco un apoyo, alguien que me haga reflexionar, alguien que me de un empujón y me anime en esta vida que me ha tocado vivir.

Alguien que me recuerde que la vida es bonita, que hay muchas cosas hermosas y que siempre debemos esforzarnos por recordarlas, para así olvidarnos de las negativas.
Y puedo ser una enferma mental, que vive aislada en cuatro paredes blancas sin más compañía que mi sombra y sin más consuelo que el de poder tener una computadora a mi disposición un determinado número de minutos al día; y les pido, más bien les suplico, a aquellas personas que velan por mi salud mental que me presten un libro, que me regalen unas palabras aunque sean impresas en una hoja cualquiera, que las necesito, que sustituyan la comida que puntualmente me entregan por un libro, por palabras, quiero alimentarme de palabras……..Igual puedo ser una delincuente, que en su pequeña y estrecha celda está pagando por un delito o por un crimen que nunca cometió, ¿o quizá si?

Las personas no somos perfectas ¿lo sabías?

Podemos cometer errores y éstos nos acompañan durante toda la vida.

¿Soy una loca? ¿Soy una delincuente cautiva en alguna cárcel?
Si, soy una loca porque creo en las personas y creo en el amor, confió en la gente y sobre todo en aquellas personas que me miran a los ojos y me hablan.

Y si, también soy una delincuente, alguien que se ha equivocado en su vida, y reconozco que muchos de estos errores han sido perjudiciales para mi misma, y debo acostumbrarme a vivir con esa enfermedad mental y también a vivir en esa cárcel que es, al fin y al cabo, mi propia mente, mis recuerdos y mis vivencias.

Aunque te parezca confusa, creo que no podría haberme descrito mejor.

Quizá lo importante no es definir lo que eres, sino cuestionarte quien eres.

Tal vez sea esa la razón de nuestra existencia.

Quizá  la respuesta sea no preguntarse por qué, sino dejarse llevar por aquellas cosas que hacen que la vida se pueda llamar como su propio nombre indica.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde sé bien que no soy fruto de la tierra, soy algo más, mucho más que eso, soy un  ser pensantes, con capacidad de racionalizar el entorno, con ganas de conocer lo que me rodea,  de saber que hay dentro, tanto como fuera.

Y considero maravilloso poder observar el exterior con un telescopio y luego observar el propio  interior con un microscopio.

 El infinito fuera de mí y el infinito dentro de mí ser.

Andrea Guadalupe.