domingo, febrero 28

Una vitrina exhibiendo el alma.

Tijuana BC Marzo/2010.              Una vitrina exhibiendo el alma.

 

 

 

 

 

 

Ya valí shit, me dieron en el mismo corazón, estoy tirado en la calle.

Entre gritos y ordenes que se figuran ladridos, he recibido una patada en los riñones y otra en las costillas.

La sirena que no para de sonar, y esa luz roja que no deja de parpadear.

Este chamaco nunca debió correr, escucho entre murmullos que son lamentos y preguntas. 

En la mano sólo traía el celular y en la mochila cuadernos de la escuela.

Alguien me busca el pulso, otras manos me sacan la cartera, buscan identificaciones.

Escucho que dicen: hay que avisarles a los familiares.

Alguien ordena: súbanlo atrás en el pick up.

Manos como tenazas me toman de los brazos y pies, me levantan despacito.

Como con miedo, como no queriendo hacer el jale. ¡Qué saicos!

Me acomodan una cubierta encima, oigo que vamos avanzando, sólo que no siento el rebote de los baches, creo que vamos en dirección a mi casa.

Me parece que ya andamos en el barrio, siento que ya vamos llegando, se han parqueado frente a mi casa.

Mi madre ya sabe que me tronaron, la oigo llorar, y es ella la que llora, sé que es ella, pues no tiene pena de gritar tanto, y sólo las madres no tienen pena de manifestar su dolor.

Me están bajando, me llevan muy despacio, ahora me va a acomodar.

Mi madrecita corre, me besa, me abraza.

No la siento, aunque me imagino que así es.

Sólo las madres abrazan a uno así, vivo o muerto.

Distingo la voz de mis hermanos, también lloran.

Me están cambiando de ropa, me quieren sembrar alineado, una camisa blanca, con suera azul cielo limpia, aquel pantalón negro.

Me voy chukis, con zapatos negros de charol. 

Así le gustaba verme a mi jaina, siempre que me encontraba vestido así, me saludaba diciéndome: ¡Qué guapo te ves!

¿Y ahora?

Ya terminaron de cambiarme de ropa, ahora muy lentamente, así, con el cuidado que se tiene de no quebrar un bonito, sólo que frágil adorno de cristal, me levantan.

Neta que no le pongo a nada, y sin embargo traigo los tomates como pacheco, y veo muy borroso.

Aunque ya empiezo a ver las sombras de los homies.

Estoy dentro del ataúd, intento mover algún dedo, algún brazo, los ojos.

Es imposible, no puedo, quizá pueda en el tiempo que dure el velorio.

Tal vez alguien descubra que estoy vivo.

Ya miro a través de la ventana de vidrio del ataúd, estoy viendo bastante claro.

Ahora si distingo a las personas.

 

Miro los ojos de tristeza que me miran, son los tomates de Doña Pitirijas, la de la marquetita en la esquina, donde nos fiaba cuando no teníamos monedas.

Yo le di gane varias veces con unas sardinas, atunes o bolsas de pan.

Doña Piti, me dan ganas de gritar que me perdone, sólo que no puedo hablar.

¿Y quién diría que estoy vivo dentro del ataúd, si no puedo mover siquiera los ojos para pedir perdón? 

¿Verdad Doña Pitirijas?

Usted besa ahora el cristal, me ha comprendido.

Me ha perdonado.

Luego el homi Rulas.

Rulas, ¿Estas llorando?

Quién lo diría, si estábamos enojados, además tú, tú eres el más fuerte de toda la clica, sólo que también lloras.

Neta que me alegra verte llorar, y no porque sea sádico, sino por la buena onda de tu amistad.

Eres valedor.

Ahora te vas, tienes que darle paso a la raza que llega a checar el dato.

¿Es usted Doña Profus?

¿Y esta llorando Doña Profunda?

Neta que nunca supe su nombre, y entre la raza del barrio, pues todos así la conocemos.

¿Verdad que en el fondo me quería?

Quisiera preguntarle por mi jaina.

¿Qué con ella? ¿Se desmayo con la noticia o esta enferma?

Si, eso es, de lo contrario, estaría aquí, viéndome y olvidando todo.

Las veces que me insulto, cuando me encontraba platicando con su hija.

Eso ya paso, ahora usted llora.

Deje de llorar Doña Profunda, antes de que se vaya, neta, quiero saber que no es cierta la amenaza de aquel día. ¿Se acuerda?

Cuando grito: Condenado baquetón, el día que este muerto, voy a bailar sobre tu tumba.

¿Verdad que no va a bailar?

Ya es tarde, seguramente es de noche, esta gente no se cansa de verme.

Alguien llegó, oigo que dicen: denle quebrada por favor.

¿Quién será?

Estas viéndome en silencio, en silencio largo, largísimo, como silencio de muertos, sólo que tus ojos engañan, parecen con vida.

No puedo hablar porque estoy sin voz, sin voz como todo lo que no tiene vida.

Fue mi imaginación, mi mente la que se invento esa voz sin cuerpo que dijo ¡Hola!

¡Que se alegro de verte, sólo que la voz sin cuerpo no sirve de nada.  

Sigues sin quitar tus ojos de mi rostro y me siento de vidrio.

Tu mirada me obliga a parecer de vidrio limpio, brillante, sin mancha que te distraiga.

Soy eso ante tus ojos, soy una vitrina exhibiendo el alma.

Tu mirada me confunde, y pienso que a lo mejor soy real, de carne y hueso como tú.

Porque los espíritus se visten de blanco y yo no, yo estoy vestido como el muchacho que soy.

¿Ya no voy a poder seguir estudiando?

¡Verdad!

Y eso que apenas andaba terminando el bachillerato.

Si no descubren pronto que estoy vivo, tendré que seguir tu recomendación en un cementerio. Describe bien tu entorno y serás un buen escritor.

Y describir cuentos o novelas de ultra tumba o tal vez investigar la vida de los ahí sepultados tal vez seria magnifico.

¿A quién se le podría ocurrir?

Me acuerdo que sólo tú no te reíste cuando te dije que me gustaba escribir.

Sólo tú no te reíste cuando te dije que me imaginaba operando una M, limpiándole la caries a una Z, enyesándole la pierna a una R, que seguramente se la había roto jugando al fútbol.

Porque yo creía que cuando fuera hombre, tendría muchas letras y nadie se metería conmigo, pues el primero que se atreviera, iba a sufrir las consecuencias de una F en la cara, o una J en el pecho.

Los malandros me respetarían, porque por pasados, los castigaría con una Y, o con las vocales.

Recuerdo bien que me señalaste que lo mejor, era que de ahí en adelante, todo lo que mirara, lo pusiera imaginariamente en papel.

Aunque el barrio es triste, con calles de polvo y piedras donde la gente se asoma por las puertas y ventanas a ver quién pasa cuando oye ruidos de las piedras al chocar con los zapatos.

Con rostros que parecen todos iguales, de un barrio con árboles vacíos, sin hojas, como queriendo suicidarse.

¿Qué me paso?

A lo mejor si estoy muerto.

¿Y si sólo soy un espíritu de un muerto que no se quiere despedir de la vida?

Porque si es así, no existo, no soy nada, soy una mentira, un bulto, una piedra.

Y hace un minutó tocaste mi alma.

A mi alma que nadie había conocido, solo aquel amigo que tuve y tú.

Y al Richard, únicamente en sueños lo encuentro, ya no me habla, ya no ríe, ya no tenemos aquellas caminatas como antes.

Ya nunca lo hará, él esta muerto, y todo lo que está muerto, no, no hace ruido, siempre guarda silencio.

No te distingo los ojos por tantas lágrimas que te cubren.

Si te pudiera contar lo que pasó.

Te sorprendes de verme ahora como un muerto, porque ya es casi lo que soy, un muerto.

¿De que sirve que este vivo dentro de este cajón, si sólo para mi estoy vivo?

Para los demás, ya soy difunto, hasta acá oigo las oraciones que son las que dicen que lo llevan a uno al cielo.

Me gustaría que supieras que no hice caso a lo que me decías.

Fueron los soldados lo que me dispararon, los mismos soldados que decían que ellos venían a cuidarnos, a cuidar a las muchachas y a defender la paz.

Y yo, ¿Qué hice? Nada, absolutamente nada.

Salí de la escuela, nos despedimos, y por no agarrar la calafia, me vine por el terreno baldío, por aquel camino.

Ahí, detrás de un árbol, me salio el mosca, me llamo y me dijo: ya supe que andas regando sopa, y poniendo dedo de que tiro mota y globos de crico en la escuela.

¿Verdad?

Después saco una pistola y yo me asuste.

¿Cómo podía ser posible que el mosca, si también jugo con nosotros, vivíamos muy cerca y otras cosas más?

 

En lo que él saco el arma, por suerte paso un viejo trabajador de la escuela, y me llamo.

El mosca la guardo y se fue, sólo que antes me advirtió: No creas que te has salvado, hay nos wachamos más tarde.

Don Marcial me dijo; ¿Qué andas haciendo con ese malandro?

Yo sé a lo que se dedica, y lo he reportado.

Al rato me vine por una de las calles donde más gente había, claro que por la amenaza del mosca.

Yo venia por el centro de la calle, cuando escuche ruido de trocas, gritos que no entendía y corrí a resguardarme cuando los soldados dispararon.

Lastima que no te lo pueda contar.

Y ya ves, yo aquí tendido, sin poder decirles que me confundieron.

Ahora te vas, quisiera gritarte que te cuides, viene otra persona a verme, no la distingo bien, por momentos la vista se me va.

Yo sé quién eres tú, el mosca, andas viendo para que no sospechen de ti, no lloras, me miras como quién quiere confirmar que la novia esta en la esquina.

Ahora me estas viendo a los ojos, los ojos hablan y a mi, es lo único que me ha quedado.

Los ojos y el cerebro.

Parezco asustarte, te oigo gritar: Me ha visto, esta vivo.

Escucho que la gente dice, Agarrenlo, tiene alucinaciones, a cualquiera le pasa cuando muere un amigo de infancia.

Es un nuevo día, creo que dormí con los ojos abiertos, aún vivo, otro día y aún vivo.

Parece que estoy soñando, miro los árboles pasar, creo que me llevan en hombros al cementerio.

Quisiera dar de patadas a este cajón, me dan ganas de gritar.

Hemos llegado, bajan el ataúd, vuelvo a ver los rostros tristes, nadie habla, se acerca un señor de sotana, es el cura.

Mírenme a los ojos, estoy vivo, no recé, no haga esas señales, no tire esa agua que empaña mi ventana.

Usted ha terminado señor cura y no me vio.

Ahora rezan, ¿Para que imploran?

Me meten al hoyo y me van bajando despacito, muy despacito, hasta llegar al fondo.

Ahora los miro rodeándome, nada más que estoy abajo, muy abajo, a punto de ser sepultado.

También están mis hermanos, no sé cuantos.

Algunos están muy lejos y no van  a venir porque otro se muera.

En esta oración, de que solo oigo un murmullo, algunos me dan su última bendición, otros de paso, también la ultima maldición.

Aunque en su otro yo, me querían, sé que me querían, lo que pasa es que ese otro yo, no se mira hasta que uno esta muerto.

Mejor me hubieran dado ese primer yo para entendernos, y así, evitar reproches, porque la gente se va y uno no vuelve a saber nada de nadie.

Porque fui diferente a ustedes, porque me gusto vagar para tener que escribir, aunque no entendieran mi sueño de garabatear cuentos, por robarle a Doña Pitirijas, por nuestro pleitos.

Si, todo hubiera sido mejor con el primer yo.

Sólo tú, que estas viéndome en silencio, me hablaste con tu primer yo.

La oración ya termino, siento que van a empezar a caerme tierra, mucha tierra encima.

Tengo que resignarme, buscar un consuelo.

Es imposible.

¿A quién han enterrado vivo alguna vez?

Si tan solo lo supiera, estaría más tranquilo.

Madre, te has agachado y tomas un puño de tierra, lo levantas, lo mantienes un instante.

Nooooooo madre, nooooo.

Me entierras vivo, y aún no tengo consuelo.

Oigo como suena la tierra al caer en el ataúd.

Ya todos tiraron su poquito de tierra para ayudarme a descansar en paz.

Ya van a empezar los panteoneros a tirar sus paladas de tierra.

A ellos no les digo nada, es su trabajo.

Sentí la primera palada, y luego la segunda, y luego la otra, y otra… y otra…

 

Andrea Guadalupe.



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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