miércoles, febrero 3

De un hombre a sus genitales…

Tijuana BC Febrero / 2010.   De un hombre a sus genitales…

 

 

Esforzados genitales míos, estas palabras siempre las tuve en mente, y nunca las supe expresar.

Una vida hemos sido inseparables, en los buenos y malos momentos.

Amamos unidos y unidos gozamos, igual experimentamos la alegre y lujuriosa masturbación, y alguna vez la humillante impotencia.

Sólo que nunca nos comunicamos de verdad, infinitas veces los acaricie y disfrute, otras, se recrearon con suaves carnes femeninas.

Aunque jamás me dieron las gracias, nunca siquiera una sonrisa.

Sé bien que disfrutaron a lo bestia, muchas veces debieron sentir orgullo de mi, como yo lo exprese de ustedes.  

Somos un equipo, yo pongo la técnica, ustedes hacen el juego.

Siendo agnóstico, mil  veces le di gracias a Dios, como quiera que este sea, por el momento que pasamos, ustedes, la mujer con quien estábamos y yo.

Compartiendo la idea de que la vida es dura, sólo que tiene momentos de maravillosa magia.

Y esos ratos deliciosos hacen que surja la idea de que vivir vale la pena.

Que el amor, o sólo jugar al amor, hace sentirnos como Dios, que somos parte de él, como los átomos son parte del universo, y el universo es ese misterio que es Dios, o la creación, o como quiera llamarse.

Ser el creador o quien permita eso tan maravillosa borrachera de emociones elevadas a la n potencia, que inundan el alma de felicidad, más que momentánea, porque luego se flota entre los recuerdos y hacen sentir que el cuerpo es maravilloso, extraordinario.

Ese creer que la soledad en que se vive inmerso se puede romper con despojarse la ropa frente a una mujer desnuda, es magia.

Y al penetrar en los abismos de los sentidos, hasta que la explosión del orgasmo, nos regresa a la dura realidad diaria, que luego de ese instante, es menos dura y pasado un tiempo, ya supera lo sublime.

Viejos compañeros de placeres, tampoco les agradecí los favores recibidos.

Nunca antes de ahora, se me había ocurrido fijarme en nuestra vida paralela.

Aunque hay una independencia terrible en ustedes, porque pueden fallar cuando los necesito, y pueden estallar en una erección terrible cuando yo quisiera mostrar indiferencia.

También eyaculan en ocasiones, antes de lo previsto y necesario en un torrente pequeño y humillante para mí y para ustedes.

En ocasiones, no quisiera que me tengan de esclavo, teniendo presente como, luego de una limosna de placer, pueden venir arrepentimientos y lo peor, el dulce y agrio sabor de creer que se ama a alguien, cuando es mentira.  

Y digo creer, porque nunca pude descifrar el lugar de la frontera entre el deseo carnal, hormonal, y hasta cultural, de eso que acostumbramos llamar amor.

Tal vez sea una mezcla de deseo físico, ilusiones, miedo a la soledad, deseos de sentirse amado, de reproducción, de creer necesitar lo que imaginamos no tener.

No sé cuantas cosas más podría exponer con dedicarme a meditar un tiempo más, sólo que no creo que hagan falta.

Es únicamente un agradecimiento, un decirles cuanto los quise siempre, un reconocer de saber cuanto me quisieron, aunque nunca antes se me ocurrió expresarlo.

Tal vez porque creí ser con ustedes una sola cosa, un solo cuerpo, una sola intención.  

No sé si vale la pena darles las gracias por mi descendencia.

Es demasiado obvio y mágico para expresarlo con palabras.

Nunca voy a poder acostumbrarme a no maravillarme del tremendo, extraordinario y terrible milagro de la vida, y digo terrible porque la vida es hermana siamesa de la muerte.

Y la muerte me sigue torturando, molestando.

La acepto en mi intelecto, hasta en mi emoción, aunque no del todo.

Me cuesta la vida ir lográndolo, y aún no termina el trabajo.

Por desgracia, no terminara jamás.

De cualquier manera, me dieron la oportunidad de prolongar la cadena de la vida.

Bueno, lo esencial ya lo dije, lo demás, lo iremos platicando en lo que resta de el viaje  juntos.

No nos pongamos sentimentales, aún nos queda mucho por disfrutar como buenos amigos, inseparables compañeros del camino.

Siempre estuvieron en mis emociones y pensamientos, sólo que después de estas palabras, pienso diferente de ustedes.  

Son como aquella reliquia, el reloj de péndulo que marca las horas en la casa de que yo tengo tantos recuerdos, y de tanto verlo, se le desgasta la hermosura.

Habernos comunicado, me hace revalorizarlos, como pasa con las amistades perdidas y luego recuperadas.

A los dos gorditos, y al flaco, les expreso mi afecto, como sólo puede ser de un hombre a sus genitales.

Con todo el amor del mundo, el resto del cuerpo, y el alma.  

Andrea Guadalupe.  

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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